sábado, 18 de julio de 2009

El sueño de Tubicha Vera (Cuento)

El sueño de Tubicha Vera
Por José Luis Claros López

Una fogata esta encendida sobre el suelo tapizado de las flores de taperigua.
Esta historia sucedió sobre esta tierra que Andrés Manso descubrió, en un tiempo antiguo muchos años después que Imaibe perseguida por furiosos españoles decidiera transformarse en árbol para proteger a su hijo, pero sin embargo todavía faltaba más de un siglo para que los gritos y lamentos por la masacre de Curuyuqui se escuchen sobre la tierra, se trata de un tiempo cuando ya el sol comienza a ocultarse en el horizonte anaranjado del chaco y la luna acompañada por las estrellas, comienzan a dar su luz en el último día sobre la tierra de la misión de San Ignacio de Zamucos.
Después de rezar el Ángelus uno de los Jesuitas recito una oración en latín que traducida expresa las siguientes palabras: “Señor, el más generoso e Ingenioso, yo te imploro que tú voluntad haga que este pueblo disfrute los bienes y riquezas que tú naturalmente concedes, que surgen espontáneamente de ti, que son agradables y sabrosos, que deleitan y confortan, aunque su duración es tan breve que desaparecen como en un sueño” conforme las horas de la noche transcurren Tubicha Vera se fue quedando dormido, mientras los sacerdotes de la compañía de Jesús cumpliendo las órdenes de su majestad el Rey de España se preparan para abandonar la misión. Fue entonces que comenzó a soñar con un atardecer irretornable en el tiempo cuando un hombre extraño envuelto en una manta blanca inicio su arenga diciendo que ninguno de nosotros sabe nada de nada; ni siquiera esto mismo de si sabemos o no sabemos, ni si sabemos que sabemos o que no sabemos; ni si en total hay algo o no lo hay. Porque las cosas son lo que uno crea de ellas. Por tanto, debe moverse la razón y abrir otro horizonte para que los dioses hablen.
Mientras Tubicha Vera soñaba con este extraño hombre y observaba en sueños un lugar desconocido al otro lado del mar océano, en una aldea que ya no existe se escucha este relato de un anciano a un grupo de niños felices: “Empezó cantando al bullicioso Dionisos, hijo preclaro de Zeus y de la gloriosa Semele, a quien criaron las ninfas de hermosas trenzas, después de recibirlo en su seno de manos del soberano padre; y por la voluntad de su padre creció en una perfumada cueva, figurando en el número de los inmortales. Criado por las diosas el que debía ser objeto de tantos himnos, solía frecuentar los selvosos vericuetos, coronado de hiedra y de laurel; las ninfas le seguían y él las guiaba; y el estrépito llenaba la inmensa selva. Así, ¡salve, oh Dionisos, el de los muchos racimos!
Dudando Semele que su amante fuera el mismo Zeus, le pidió que se manifestara en todo su poder. Al complacerla el olímpico, la aparición fue tan grande y terrible que aquella murió fulminada. Su hijo sin nacer fue arrancado de su seno por el dios, pero al faltarle tiempo suficiente de gestación, Zeus cortó su propio muslo e injertándolo allí cosió luego la herida. Al llegar el tiempo, su padre lo extrajo vivo; por esto se le llama "Dionisos", "Zeus joven", o también "el nacido dos veces".
Pausa: En este punto de la historia es interesante que medites un momento sobre la extraña situación que demasiados jóvenes parecerían conocer únicamente sobre el desarrollo del reality show de moda o del episodio de la novela de las ocho y que termina por apreciar y reconocer como propias — gracias a la globalización cultural — las músicas y costumbres de otros lados despreciando sus propias tradiciones y costumbres de tal forma que parecen saber de memoria las historias de personajes de fantasía de otros lugares en parte gracias a la televisión y al internet pero dudosamente conocen fragmentos de la historia nuestra.
Pero Hera celando a Zeus por sus amores con Semele buscó al niño recién nacido para acabar con él. De este modo Dionisos tuvo que ser llevado a Egipto y educado en profundas cuevas y para mayor seguridad el padre Zeus lo transformó en un cabrito. Era ya un joven cuando Dionisos fabricó el vino de la vid. Pero esta era una historia de otros que con la nuestra nada tenía que ver.
Y Tubicha Vera seguía soñando con aquel hombre que decía: “¡Hermanos!...Que no te confundan esas fábulas con las que hacemos inocente el saber que hemos recibido. Por ahora les tocará avanzar a extrañas gentes, intolerantes gentes que borran la memoria de otros pueblos.
Esta es una historia de aquellos tiempos en que el mismo tiempo se envejecía de historia cuando producto de la relación del hombre con la naturaleza, cuando se iniciaba el equinoccio invernal comenzaba la resucitación de la Madre Tierra, rehaciéndose, recomponiendo de amor el cosmos y junto a él, desde lo más recóndito de sus sentimientos, al hombre mismo. Cuando mas allá de entre los ríos grandes, pero siempre confluentes a la tierra rica en sol un pueblo asentado más allá de la llanura de Yembí se preparaba para recordar la fiesta del tugui Ipiau después que los misioneros de la compañía de Jesús se marchen, Tubicha Vera antes de dormir aquella noche recordó el amanecer cuando se acerco a los ancianos reunidos en un círculo alrededor de la fogata, donde la junta de los hombres se preparaban para observar el yasitata guasu inicio de un tiempo diferente, un ciclo que finaliza y otro que se inicia. Comienza el resurgimiento de la tierra pero ellos sabían que si la estrella aparecía en el cielo sin ningún rastro de nubes el año seria bueno de lo contrario cosas horribles se vendrían para con su pueblo, cobijados por el frondoso árbol que muchas lunas después se convertiría en pascana obligada para los viajeros y un poema se colocaría entre sus ramas porque el árbol no solo es una impresión, ni un juego de la imaginación es una realidad.
En aquel instante durante un minuto situado fuera del tiempo Tubicha Vera centro su mirada en el fuego y su mente se fue transportando por encima del mundo de lo conocido a lejanos días en el pasado cuando los invasores mataron y devoraron a millares de su pueblo, mientras reducían a la esclavitud a quienes sobrevivieron y haciendo propias las mujeres de estos, luego sin desearlo en una revelación muda observo un tiempo que no llegaba y a uno de sus lejanos descendientes vestido con miserables harapos trabajando como un tapií tratando de labrar una tierra que le pertenecía a otros cuando en realidad era él su más remoto dueño, Tubicha Vera al imaginar ese tiempo sintió en la boca del estomago como cuando el niño ha perdido a su madre aunque nada dijo desde aquella visión su corazón comenzó a marchitarse con dolorosa angustia. En el fuego los ancianos también observan y el fuego los transporta a otros lugares en el tiempo un lugar lejano que todavía no existe donde a pesar del frío muchos hombres y mujeres de diversas lenguas esperan al lucero del alba pero de todo esto, los ancianos nada dicen y junto a Tubicha Vera continúan alrededor de la fogata
Después el anciano Tubicha Vera recordando otras cosas como el momento que su hijo nació se fue quedando dormido.
La fogata continua encendida y sus llamas se elevan hasta alcanzar el infinito cielo chaqueño cubierto por una inmensa nube, uno de los ancianos interpreto que el ciclo nuevo que se inicia seria malo sin embargo las llantos de un recién nacido lo sacaron del trance en el que los ancianos se encontraban un niño había llegado al mundo Tubicha Vera lo levanto por encima de las cabezas de todos los presentes y dijo el nombre con el que seria conocido su primer hijo, realmente era el inicio de un ciclo nuevo, en ese momento preciso el sueño termino y Tubicha Vera despertó por culpa de los gritos que antecedieron a la desaparición de la misión de San Ignacio de Zamucos. Esta historia sucedió sobre esta tierra que Andrés Manso descubrió en el tiempo cuando las flores de taperigua a caer tapizando el suelo mientras bajo el infinito cielo anaranjado del chaco una fogata esta encendida, es un tiempo antiguo muchos años después que Imaibe perseguida por furiosos españoles decidiera transformarse en árbol para proteger a su hijo, pero todavía falta demasiado tiempo para que los gritos y lamentos por la masacre de Curuyuqui se escuchen sobre la tierra, se trata de un tiempo cuando ya el sol comienza a ocultarse en el horizonte y la luna acompañada por las estrellas, comienzan a dar su luz en el último día sobre la tierra de la misión de San Ignacio de Zamucos.

En algún lugar cercano a Crevaux, 22 de Diciembre de 2004

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