martes, 30 de marzo de 2010

Al pie de la Serranía Aguaragüe Un Cuento Por José Luis Claros López

Al pie de la Serranía Aguaragüe
Por José Luis Claros López

Mientras el sol comienza a morir aquel veintisiete de marzo de 1976 el Padre Oliverio nuevamente se encuentra en el viejo camino tantas veces recorrido rumbo a Sanandita, entonces sucedió el primer incidente se escuchó el sonido fuerte del motor de su vieja motocicleta que acababa de averiarse y desde aquel momento el Padre Oliverio comprendió que tendría necesariamente que continuar a pie y acomodo a su fiel y moderno rocinante a un costado de la brecha para luego continuar a pie el resto del camino.

A las diez de la noche Juan Carlos Gareca salio de su habitación al escuchar el sonido de una voz proveniente del exterior pidiendo auxilio. La mujer que se encontraba casi de rodillas tenia el cuerpo y la ropa cubierta de sangre, había sido atacada y sobrevivió de milagro por un extraño ser que luego escapo al monte.

Al día siguiente Juan Carlos Gareca y otros vecinos de Sanandita acompañaron a la mujer de nombre Clara Isabel al lugar donde ella fue atacada y encontraron solamente los restos de su esposo desparramados sobre el suelo y a pocos metros un sombrero gastado de fieltro negro y enorme. Desde aquel atardecer todos los vecinos de Sanandita se refugiaban en sus hogares trancando puertas y ventanas incluso antes que el sol se oculte en el horizonte.

Clara Isabel desapareció tres días después de forma misteriosa.

A orillas del río Copiasuti existen todavía hoy algunos ancianos que de noche cuentan la historia sobre la desaparición de Clara Isabel. Pero sin embargo en Sanandita ya nadie lo recuerda porque ya ha pasado mucho tiempo.

Entonces, sucedió el siguiente incidente a las siete de la noche del día de la desaparición de Clara Isabel un grupo de pobladores salieran al monte a buscar respuestas. Era la noche del Veinticuatro de Marzo de 1976.

Él los observa llegar en medio del monte, reconoce la luz de sus linternas y de una vieja lámpara a queroseno de fabricación argentina modelo 1947 y su primer reacción es subir apresuradamente un árbol desde donde observa con facilidad al grupo de personas que se adentran en la oscuridad del monte. Los observa y calcula el momento oportuno para proceder y luego simplemente se arroja en el aire desde la altura donde se encontraba vigilante. Nadie escucharía los gritos de auxilio de aquellos desafortunados.

Juan Carlos Gareca y el resto de los vecinos de Sanandita entonces tuvieron miedo al monte, a la oscuridad y a todo lo extraño que sucediera durante el día y durante la noche, también comenzaron a creer en todas las viejas historias que se escuchaban en el chaco desde mucho antes que los primeros colonos cruzaran al margen oriental de las orillas del río Itau. Desde esa noche de la desaparición de Clara Isabel todos en Sanandita pensaron por un momento que algún engendro salido de lo profundo del infierno había subido por algún orificio de la tierra de esos muchos que existían en la zona y que habían dejado de ser simples mudos testigos de lo que alguna vez fue la explotación petrolera. Incluso decían haber visto junto al cadáver del esposo de Clara Isabel un liquido similar al petróleo que consideraron la sangre negra del engendró. El veinticinco de marzo de 1976 Juan Carlos Gareca se armara de valor y saldrá al monte sin nada más que un crucifijo de madera de quebracho y un viejo revolver única herencia que le dejo su tío Ernesto luego de combatir durante trece meses y catorce días en las arenas del chaco hasta caer prisionero en el desastre de Picuiba.

Al día siguiente enviaron por el Padre Oliverio para oficiar una misa por el descanso de las almas de los pobladores de Sanandita que habían fallecido en tan extraños sucesos. A las dos y treinta y cinco minutos exactos de la tarde de aquel Veintiséis de Marzo de 1976 Juan Carlos Gareca ingreso triunfal por la calle principal de la población de Sanandita y llevaba consigo la cabeza de Clara Isabel entonces narro como encontró en medio del monte primero el cuerpo de la mujer decapitada y sin manos como si se tratase de una guitarra mucho tiempo después en un mural sobre la Plaza Manuel Rodríguez Magariños se verá el cuerpo de Clara Isabel aunque eso nadie lo sabe. Luego Juan Carlos Gareca guío a casi todos los pobladores de Sanandita al lugar exacto en donde se encontraba el cuerpo de Clara Isabel a pocos metros un hombre pequeño de orejas grandes yacía frío e inerte. Juan Carlos Gareca narro que antes de matarlo de un balazo en la cabeza ese hombre confesó los crímenes cometidos en contra de las personas que según el asesino porque no eran más que ladrones que estaban saqueando la sangre de la tierra y que debía matarlos para salvarse de la maldición que le fue impuesta por haber participado en la construcción del primer pozo.

La noche del veintisiete de marzo de 1976 el Padre Oliverio llegó a Sanandita caminando y al día siguiente oficio una misa. Con el paso del tiempo nadie volvería a recordar está historia hasta el momento en que el viejo Juan Carlos Gareca una tarde muchos años después vio aquel mural y recordó el cuerpo de Clara Isabel y también recordó como hizo justicia con sus propias manos matando al pobre desquiciado que según cuentan todavía algunos de los pobladores que habitan al pie de la Serranía Aguaragüe y las orillas del río Copiasuti resucitó porque estaba maldito y luego se fue a vivir a lo profundo de la serranía muy cerca de un lugar donde una gigantesca piedra negra marca el inicio de una nueva brecha.

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