EL CANDIGATO Y LA DOBLE MORAL. Por José Luis Claros López (*)
Candigato es aquel que ambiciona ser dueño del queso para repartirlo entre algunos ratones que serán si fuera necesario en su debido momento víctimas de su voracidad, mientras los demás se quedan mirando. En la complicidad de los ratones esta su culpabilidad, porque son cobardes para intentar rebelarse contra la opresión política, económica y moral. Los ratones son valientes únicamente a escondidas cuando comentan cuan corruptos o que mediocres son los políticos que nos gobiernan. Pero públicamente van a terminar aplaudiendo como el candigato prefiere gritar que los demás no son imparciales y que no tienen ética. Y es que un candigato cual vampiro no quiere mirarse al espejo. Pues su doble moral, guía sus pensamientos y entonces cree que tiene derecho a exigir lo que no practica. Ve todo lo malo y nada de lo bueno en lo que hacen los demás. Solo él se cree dueño de la verdad y prefiere parafrasear la historia oficial. Y los ratones están felices en la mediocridad del vivir mal y quejarse todo el tiempo.
El candigato está contento cuando todos los votantes están más interesados viendo que si al fondo hay sitio y no tratando de interpretar la realidad de forma crítica. El candigato odia la batalla de las ideas porque prefiere la bulla de la demagogia nacida de su doble moral, le fascina escuchar el eco de su voz, ser el centro de atención, que sus entrevistas no sean editadas aunque sus argumentos respondan a un libreto diseñado en laboratorio y si el candigato además se autoproclama como analista político muchas veces sus textos no son más que un producto resultante del copiar pegar desde la comodidad del estar al otro lado de una conexión a internet. Pero sobre todo el candigato puede ganar elecciones si los ratones se lo dejan. Y eso en Bolivia es algo que sucede con frecuencia. Porque lamentablemente Bolivia no tiene memoria.
Un candigato surge de donde sea y por lógica termina definiendo su futuro en las urnas, en tal sentido la victoria de un candigato es el resultado de una sociedad que ya no cree en la política. Una sociedad capitalista atrasada. Donde los candigatos se transforman en flautistas que llegan a ser seguidos por las grandes mayorías desilusionadas por un sistema de distribución del bienestar de forma desigual, un candigato transformado en autoridad tiene una gestión con cero propuestas y solamente ofrecen la melodía que desea ser escuchada. Vivimos en un tiempo y en un país donde la democracia da como resultado dos opciones la primera; sin horizonte ni propuesta y que nos obliga caminar rumbo al abismo y la otra que no es otra cosa que más de lo mismo. La realidad actual es el producto de la imaginación tanto de una oligarquía de derecha, como de una izquierda irracional que nos construyeron un país a su medida desde arriba y no desde abajo. Un candigato es la deformación política, es la encarnación del mesianismo y la negación de la cultura del dialogo. Pero existe la esperanza de derrotar a un candigato y prevenir su arribo al poder. Para eso es necesario romper el silencio y aceptar que deseamos, construir una Bolivia nueva sin clases humilladas y con justicia social, por eso es importante que no dejemos nuestro destino en manos de los candigatos de turno, que militemos activamente que permanezcamos en movimiento; que seamos capaces de decir: ya no te creo. Luego construir desde abajo y en movimiento nuevos puentes, para que todos los ciudadanos ya no tengamos miedo de decir la verdad a toda costa. Parafraseando a George Orwell, decir la verdad en una época de mentiras constituye un acto heroico. En conclusión lo que necesitamos es que los ratones se transformen en militantes, que sean practicantes de un compromiso real a tiempo completo para crear orden a partir del desorden en el cual vivimos.
(*) José Luis Claros López
Candigato es aquel que ambiciona ser dueño del queso para repartirlo entre algunos ratones que serán si fuera necesario en su debido momento víctimas de su voracidad, mientras los demás se quedan mirando. En la complicidad de los ratones esta su culpabilidad, porque son cobardes para intentar rebelarse contra la opresión política, económica y moral. Los ratones son valientes únicamente a escondidas cuando comentan cuan corruptos o que mediocres son los políticos que nos gobiernan. Pero públicamente van a terminar aplaudiendo como el candigato prefiere gritar que los demás no son imparciales y que no tienen ética. Y es que un candigato cual vampiro no quiere mirarse al espejo. Pues su doble moral, guía sus pensamientos y entonces cree que tiene derecho a exigir lo que no practica. Ve todo lo malo y nada de lo bueno en lo que hacen los demás. Solo él se cree dueño de la verdad y prefiere parafrasear la historia oficial. Y los ratones están felices en la mediocridad del vivir mal y quejarse todo el tiempo.
El candigato está contento cuando todos los votantes están más interesados viendo que si al fondo hay sitio y no tratando de interpretar la realidad de forma crítica. El candigato odia la batalla de las ideas porque prefiere la bulla de la demagogia nacida de su doble moral, le fascina escuchar el eco de su voz, ser el centro de atención, que sus entrevistas no sean editadas aunque sus argumentos respondan a un libreto diseñado en laboratorio y si el candigato además se autoproclama como analista político muchas veces sus textos no son más que un producto resultante del copiar pegar desde la comodidad del estar al otro lado de una conexión a internet. Pero sobre todo el candigato puede ganar elecciones si los ratones se lo dejan. Y eso en Bolivia es algo que sucede con frecuencia. Porque lamentablemente Bolivia no tiene memoria.
Un candigato surge de donde sea y por lógica termina definiendo su futuro en las urnas, en tal sentido la victoria de un candigato es el resultado de una sociedad que ya no cree en la política. Una sociedad capitalista atrasada. Donde los candigatos se transforman en flautistas que llegan a ser seguidos por las grandes mayorías desilusionadas por un sistema de distribución del bienestar de forma desigual, un candigato transformado en autoridad tiene una gestión con cero propuestas y solamente ofrecen la melodía que desea ser escuchada. Vivimos en un tiempo y en un país donde la democracia da como resultado dos opciones la primera; sin horizonte ni propuesta y que nos obliga caminar rumbo al abismo y la otra que no es otra cosa que más de lo mismo. La realidad actual es el producto de la imaginación tanto de una oligarquía de derecha, como de una izquierda irracional que nos construyeron un país a su medida desde arriba y no desde abajo. Un candigato es la deformación política, es la encarnación del mesianismo y la negación de la cultura del dialogo. Pero existe la esperanza de derrotar a un candigato y prevenir su arribo al poder. Para eso es necesario romper el silencio y aceptar que deseamos, construir una Bolivia nueva sin clases humilladas y con justicia social, por eso es importante que no dejemos nuestro destino en manos de los candigatos de turno, que militemos activamente que permanezcamos en movimiento; que seamos capaces de decir: ya no te creo. Luego construir desde abajo y en movimiento nuevos puentes, para que todos los ciudadanos ya no tengamos miedo de decir la verdad a toda costa. Parafraseando a George Orwell, decir la verdad en una época de mentiras constituye un acto heroico. En conclusión lo que necesitamos es que los ratones se transformen en militantes, que sean practicantes de un compromiso real a tiempo completo para crear orden a partir del desorden en el cual vivimos.
(*) José Luis Claros López
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