La Columna de Jose (*)
TARIJA, EL GRAN MARISCAL DE AYACUCHO Y EL
CHACO TARIJEÑO EN EL AÑO DE 1827
Para el Presupuesto General de Bolivia de 1827 (aprobado
por la Ley de 2 de enero de 1827) la provincia de Tarija, solo tiene de
entradas siete mil pesos, y consume más del doble. La villa de Tarija se erige
en ciudad, por Ley de 3 de enero de 1827 durante la Administración del Gran Mariscal
de Ayacucho, Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá, Segundo Presidente de la
Nación Boliviana durante los años de su gobierno la llamada “Cuestión de Tarija”
fue según el Mariscal de Ayacucho resuelta mediante la promulgación de la Ley
de 30 de Octubre de 1826 la cual en su Art. 2º establece lo siguiente: “…En
virtud de las reiteradas solicitudes de Tarija, y de su libre y espontánea
resolución por reincorporarse á Bolivia, se admitirán en el Congreso
Constituyente, sus diputados que se hallan en esta capital…” posteriormente
quedará establecida la dependencia eclesiástica del territorio Tarijeño mediante
la Ley del 22 de Noviembre de 1826 en su Art. 1º “…Queda reincorporada la
provincia de Tarija al arzobispado de Charcas…” y su dependencia para temas
legales con la Corte de Distrito de Chuquisaca (Art. 95 de la Ley de 8 de enero
de 1827) señalando además que la masa decimal de sus impuestos deberán
destinarse a la construcción de infraestructuras educativas.
Para esos años de comienzos de la historia
republicana de Bolivia, el Chaco Tarijeño era una región lejana, aunque ya para
esos años había comenzado la distribución de la tierra de aquellos parajes
conocidos como los territorios de la Frontera, el testimonio de tal situación es
relatado por Burdett O'Connor en sus memorias: “…En el año de 1827 se empezaron
á vender muchos terrenos, pagando el valor de algunos de ellos en vales y billetes
del Crédito Público…” (Burdett O'Connor, 1915, p. 253); también en el Gobierno
del Mariscal Sucre, se realizan tareas de reconocimiento y administrativas en
el Chaco Tarijeño: “…En el mes de Mayo de 1827 me dirigí por primera vez á la
frontera por orden del presidente á arreglar las milicias de los cuatro
cantones que había allí: el de San Luis, Salinas, ítau y Zapatera y el de
Caraparí. Todos estos cuerpos de milicias, como se llamaban entonces, eran de á
caballo. Antes de salir de Tarija, averigüé que uno del Cabildo se llamaba
Comandante General de la Frontera, que gozaba un sueldo anual de quinientos
pesos, pero que jamás se iba á la frontera. Le pasé una orden de acompañarme en
mi visita… De San Luis pasé á la misión de Salinas, segundo cantón. Aquí
encontramos al comandante principal de la frontera, con el sueldo de doscientos
cuarenta pesos, pariente del comandante general y que había estado enfermo de
terciana… y después de arreglar el escuadrón de ese cantón, seguí con el
comandante general para Itau, por la quebrada larga de las Cañas, con ciento
diez vados y tres saltos muy feos, y llegamos al hermoso campo de Nuhuaso (en
territorios del Actual Municipio de Carapari), y de allí á Itau, adonde nos
esperaba el escuadrón formado y el padre Conversar de esta misión á la cabeza
de todos sus neófitos. Arreglé el escuadrón de Itau y Zapatera y seguí á
Caraparí, adonde me esperaba el cuarto y el último escuadrón, el mejor de
todos, montado en buenos caballos. De todos estos escuadrones resultaron, por
el estado que formé de ellos, más de mil doscientos hombres útiles… De Tarija
remití al presidente el estado de fuerzas de los cuatro escuadrones, las listas
nominales de todos ellos y las propuestas para nombramientos de jefes y oficiales…”
(Burdett O'Connor, 1915, p. 254:255). La razón que justificaba el interés por
poseer la tierra de un lugar tan distante, pasaba por las características prodigiosas
de la geografía de la región: “…Durante mi visita á la frontera me agradó mucho
la naturaleza de ese país, con muchos bosques, campos verdes y ripos hermosos
corriendo por en medio de ellos. Particularmente me gustó el campo elevado de
Nuhuaso, rodeado por todos lados de arboleda alta. No había visto país
semejante, desde los confínes de Panamá hacia el Norte, hasta el río de
Suipacha, y me entró la idea de avecindarme en la frontera, aunque toda ella
tenía indios salvajes y feroces al frente, Tobas, Chiriguanos, Chaneses, Matacos
y otras muchas naciones. A mi regreso á Tarija pregunté al gobernador Trigo de
quiénes eran esos terrenos de la frontera; me contestó que todos eran baldíos y
pertenecientes á la Nación; que los terrenos de Nuhuaso en que me interesaba
más, habían sido de una misión, pero extinguida ya y entregada al ordinario,
por falta de misioneros conversores. Me dijo en seguida el gobernador, que si
quería hacerme dueño de alguna parte de esos terrenos no tenía más que hacer
que pedir una merced al presidente de los lugares que quería en propiedad y que
á vuelta de correo sería el dueño y propietario de ellos. Así hice. Pedí la merced
al general Sucre, haciendo en mi solicitud mención de las denominaciones de
todos los diferentes trechos de terrenos en la frontera, cuyos nombres había
adquirido de los vecinos en mi visita, á fin de tener de qué escoger. Mi
solicitud fué decretada en La Paz, cuando el Gran Mariscal estuvo allí, de paso
para el Desaguadero, á tener una entrevista con el general Gamarra. Todo fué
acordado como yo pedía, y llegó la solicitud á Tarija por correo…” (Burdett O'Connor,
1915, p. 257)
Sin embargo, podemos concluir que a pesar de la
existencia de una presencia militar en la zona, eso no significaba que los
peligros para los civiles en estos parajes fuese menor: “…No estuve muchos días
viviendo en el campo de Nuhuaso, cuando tuve una visita del cura acompañado del
comandante José Manuel Sánchez, del escuadrón de Itau, y de don José Manuel
Valdivieso, vecino de Caraparí, que se llamaba pariente de la madre de mi
mujer; todos con objeto de persuadirme á que fuese á Itau, cuyo fuerte tenía
habitaciones que ofrecían un poco más de comodidad que la casita en que vivía
en el campo, y diciéndome que estaba allí muy expuesto á una sorpresa de los
indios bárbaros de las inmediaciones… En Itau me ocupaba, con el Comandante
General y con don José Antonio Valdivieso, que era capitán de la primera
compañía del Escuadrón de Caraparí, en paseos de reconocimiento de una
situación cómoda para hacer construir una casa donde vivir. Hallamos una al pie
del alto de Santa Rosará unas cuatro leguas río abajo de Itau, camino llano…” (Burdett
O'Connor, 1915, p. 260).
Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá, Segundo Presidente
de Bolivia, había nacido en Cumaná (Venezuela); el 3 de febrero de 1795 a pesar
de la distante lejanía de los territorios conocidos como “la frontera” que
comprende la región del actual Chaco Tarijeño y del estado del Gobierno para
1827 que atravesaba por una difícil situación financiera, emite las ordenes correspondientes
para que se pueda verificar el estado de la zona, como también la situación de
los destacamentos de soldados en estos parajes situados en los límites de la
nación boliviana. Incrementando la población no indígena de la región al
distribuir la tierra del Chaco mediante la venta de terrenos.
(*) El Autor, José Luis Claros López, es
Comunicador Social y Escritor.
Bibliografía.
Burdett O'Connor, Francisco. Independencia Americana
Recuerdos de Francisco Burdett O'Connor Coronel del ejército libertador de
Colombia y General de División de los del Perú y Bolivia. Editorial América, en
Madrid España. 1915
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