NOCHE DE PASIÓN
Por José Luis Claros López
Él la siguió de cerca en medio del gentío que
bailaba y reía, la música sonaba fuerte y ella movía sus caderas como gitana,
sus piernas eran un encanto sensual junto con su liviana falda y su blusa de un
azul eléctrico con transparencias que permitía contar la cantidad exacta de
lunares que tenían sus senos; mientras se acercaba hasta la barra para pedir un
vaso de tequila, había llegado hasta ella y la escucho estornudar, entonces él
aprovecho para susurrarle al oído que sí sabía que no había nada mejor para
curar la gripe que un vaso de tequila, ella se dio la vuelta y asombrada dijo
sí eso era verdad, luego la conversación continuó fluyendo natural, que sí le
gustaba el perfume de las margaritas, que los atardeceres en el campo y que la
brisa del viento en las noches de noviembre. Ambos bailaron al ritmo de un
grupo que comenzó a tocar las melodías de unas bachatas, ella fue sintiendo
como él acariciaba sugestivamente su cuerpo intentando seducirla con el ritmo
de la música y su mirada la hipnotizaba, después de varios minutos y otras copas
de tequila ella sintió que le tocaba los muslos de una manera cálida, le
gustaba sentir esa sensación, comprendió que la deseaba. Al salir de la
discoteca comenzaron a caminar abrazados como si fueran novios era de
madrugada, las calles silentes eran sus cómplices. Cuando llegaron a su cuarto,
ella lo invitó a entrar, el sonido de la puerta que se cerraba fue seguido de los
tanteos en la oscuridad, no prendas la luz dijo ella, parecía que sucedía un
naufragio porque se sucedían entremezclados con susurros y gemidos, el sonido
de objetos que se caían, al final llegaron hasta una cama, ahí continuaron besándose
con una pasión que les erizaba la piel, disfrutando de un momento prolongado de
sexo con amor, el aliento de ambos quemaba de tanto deseo y excitación. Al
final fueron los suspiros, luego ambos durmieron abrazados.
Ella despertó algunas horas después, comprendió que
había tenido una noche de pasión como no las había tenido en muchas noches,
pero él ya no estaba en la habitación, en la mesa había una nota escrita con un
rímel y en la nota él había escrito que había permanecido un rato largo
contemplando la inocencia con la que dormía, que le deseaba que tuviera ella
una bella mañana y le preguntaba sí recordaba su nombre. Ella sonrío mientras
cerraba sus ojos y balbuceo su nombre como sí se tratase de las palabras de un
conjuro.
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