Estudiantes e integrantes del Frente Sandinista usan el retrato de Arlen Siu de 1975 como protesta por la muerte de tres jinotepinos, en 1978. Fotografía de Susan Meiselas
“Para mí Arlen Siu representa el espíritu de lo que eran los jóvenes de entonces. Eran capaces de abandonar la seguridad de sus casas, el miedo de sus padres y entregarse a una causa”. Sergio Ramírez, escritor.
A Arlen (firmaba como Arlene con una e muda al final) Siu la mató la bala de un rifle Garand de la Guardia Nacional, la mañana del 1 de agosto de 1975. Ella y sus compañeros sandinistas huían, y la Guardia los alcanzó 90 kilómetros al noroeste de Managua, en una boscosa y caliente hacienda de El Guayabo, en El Sauce, departamento de León. Un día después de liquidarla, la Guardia lanzó el cadáver de Arlen en un hoyo recién cavado por unos campesinos, donde yacían los cuerpos de dos guerrilleros más: Mario Estrada y Hugo Arévalo, también jinotepinos.
Dos semanas antes de morir, la “chinita” de Jinotepe había cumplido sus 20 años. Y solo unos meses atrás, la hija de don Armando Siu y doña Rubia Bermúdez había escapado de casa. Los últimos días de su vida los pasó en entrenamiento militar clandestino para servir al Frente Sandinista, en una escuela prohibida levantada en la comunidad de El Sauce. Día a día, la joven rompía su crisálida de estudiante para convertirse en “mariposa clandestina”, como la llamaría después el músico Carlos Mejía Godoy, en la pieza testimonial El zenzontle pregunta por Arlen.
Fue reclutada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional en 1973, a sus 18 años.
Pasaron no menos de tres noches antes de que los padres encontraran el último mensaje que dejó Arlen, escrito en las primeras páginas de un ejemplar de la fábula en forma de novela, Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach.
El mensaje, que guarda Ana Gabriel Siu en su archivo, rezaba:
“A mis padres
La lucha tenaz del hombre hacia lo perfecto, es verdadero amor; somos más auténticos en la medida en que rompemos barreras y limitaciones, enfrentándonos con valentía y optimismo a las vicisitudes que se nos presentan en el camino; y llegar a descubrir algún día, de que somos capaces de dar mucho más de lo que se nos pide, y que podemos lograr lo que para unos es prohibido o imposible…
Con todo el amor que les profeso,
Arlene”.
La joven no dejó sus palabras finales en un libro cualquiera. Juan Salvador Gaviota retrata la faena de una gaviota que busca el vuelo perfecto, y funciona como metáfora del camino hacia la superación de los seres humanos.
Antes de marcharse para siempre de casa, Arlen fue a despedirse de su madre. Doña Rubia preparaba pan para la venta de la mañana y cruzó unas palabras con su hija, que “lucía como apurada”.
—Mama, ¿por qué no me das un pan de esos? —preguntó Arlen señalando un bollito recién salido del horno.
—Porque están calientes, hija, te vas a quemar —contestó doña Rubia.
—Mama, yo tengo hambre.
—Pues coméee. Allá hay comida, andá comé…
Arlen se acercó a su madre, le dio un fuerte abrazo y le dijo: “Me voy mamá, porque tengo que estudiar”. “¿A qué hora venís?”, indagó doña Rubia. “No sé mamá, no me esperés, que me voy a quedar donde una amiga”, respondió Arlen.
“Esa fue la última vez que la vi”, recuerda la madre, cuatro décadas más tarde, en la misma casa. No puede precisar si fue al final del 74 o al comienzo del 75… Unos segundos de silencio… De pronto, abraza a su hija imaginaria con sus brazos vacíos, cierra los ojos y murmura: “Y no se llevó el pan”.
El conocido retrato de Arlen Siu es una fotografía de Américo González.
Su firma puede verse abajo, a la derecha.
“Esa foto se la dio don Américo a Arlen por sus 15”, recuerda doña Rubia Bermúdez. La imagen muestra lo bonita que era Arlen, con sus rasgos asiáticos y su tez morena. Tenía las cejas finas y llevó su cabello oscuro casi siempre largo y lacio. En la foto su mirada posee algo de altiva y su boca entreabierta pareciera estar a punto de decir algo.
El retrato de Arlen cobró fama universal cuando en 1978 asesinaron a unos guerrilleros en Jinotepe y cientos de personas se manifestaron llevando la foto de Arlen, fallecida tres años antes, como pancarta de protesta en la línea frontal. La fotógrafa estadounidense Susan Meiselas capturó el momento y la fusión de los manifestantes, sus banderas sandinistas rojinegras y la foto de Arlen, quedó en los anales de la revolución con la firma de Susan.
Fotografía del mensaje de despedida que Arlen Siu dejó a sus padres.
Cortesía (para La Prensa) de Ana Gabriel Siu, sobrina de la guerrillera.
Bibliografía.
Le Lous, Fabrice. (2016) Vida y muerte de Arlen Siu, la mariposa clandestina. Consultado en La Prensa, el 20/07/2019 Publicado en https://www.laprensa.com.ni/2016/09/18/suplemento/la-prensa-domingo/2101994-vida-y-muerte-de-arlen-siu-la-mariposa-clandestina
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