La Columna
de Jose (*)
LOS
BOLIVIANOS Y EL PARTIDO DE ESTADO.
Un Partido de Estado, nombra el bien y el mal, designa
lo que es democrático y lo que no lo es, elige, nombra y controla todos los
poderes del Estado, sin problemas ni cromáticos ni de ideología porque le da lo
mismo pintarse de rojo revolución, como también de otro color, virar a derecha
ó establecer cualquier alianza coyuntural, todo sea por el bien del Partido, permanencia
del uso y disfrute del poder únicamente por parte de la elite partidaria. Bolivia,
vivió dos experiencias de Partido de Estado en el siglo XX, en las primeras dos
décadas del siglo pasado todo lo decidía la cúpula del Partido Liberal, con
elecciones donde más de uno tenía derecho a participar pero sólo podían ganar
el Partido Liberal, para mantenerse como fuerza política dominante recurrieron a
diversas estrategias desde la entrega de tierras como prebenda para ciertos
estratos sociales que simpatizaban con el régimen, hasta el incremento de la
burocracia en las diversas reparticiones públicas como medio de garantizar la
militancia de los correligionarios políticos. El modelo de país que defendían
los Liberales era excluyente, discriminador, perpetuador de los privilegios de
una clase burguesa minoritaria, sobre las grandes mayorías sumidas en la
pobreza y para coronarlo todo; era un régimen antinacionalista defensor del
eurocentrismo, su mayor herencia para la posteridad fue la entrega del Litoral
y de otras grandes extensiones de territorio Boliviano a favor de otros países a
cambio sólo de monedas y ventajas comerciales para los empresarios patrocinadores
que financiaban al Partido Liberal, que utiliza el erario como un medio para
garantizar el favor de las voluntades de sus adherentes. Después de la caída
del Partido Liberal, pasaron varios años, para que un nuevo Partido de Estado
surja en Bolivia, producto de la revolución de abril de 1952, el Nacionalismo
Revolucionario imprimió su particular estilo de práctica política, eso sí
fueron más nacionalista que los del Partido Liberal, su documento ideológico
fundacional basado en la concepción de alianza de clases, fue una influencia del
movimiento estudiantil que lidero la Reforma Universitaria de 1928, mientras
disfrutaban el ejerció del poder en solitario, el Movimiento Nacionalista
Revolucionario fue un Partido de Estado, pero con la llegada en 1982 del sistema
de la democracia partidaria de los acuerdos; fueron desapareciendo sus antiguos
métodos que caracterizaron esa etapa.
Un Partido de Estado, según Pablo González Casanova
(1981), es el órgano especializado en las tareas relacionadas con la lucha política
para mantener el predominio monopólico del gobierno en los puestos de elección
popular, consolidando el objetivo de organizar, movilizar y encauzar al
electorado, mediante la otorgación de premios, concesiones y castigos para
mantener la disciplina partidaria, que utiliza pragmáticamente la política, porque
al final el Poder del partido es el del Estado. Actualmente los bolivianos,
tenemos un Partido de Estado, que mantiene su fuerza económica, política e
ideológica con una organización autoritaria, represiva, concesionaria, de tal
manera que los dispersos movimientos ciudadanos de oposición luchan contra el
Estado que se presenta como partido, que provee servicios críticos que permiten
a las élites gubernamentales mantener y ejercer su capacidad de decisión. La
historia nos enseña que, a los partidos de Estado, sí se les puede derrotar, por
las buenas y hasta con sus reglas, pero para lograrlo se requiere una estructura
organizacional, una definición ideológica política y una propuesta de modelo
distinto, además se necesita mucha juventud, porque todo Partido de Estado utiliza
propagandísticamente la lucha contra el pasado, en ese escenario sólo las
nuevas alternativas que se construyen desde abajo y hacia arriba pueden
derrotarle.
(*) El Autor, José Luis Claros López es Comunicador
Social y Escritor.
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