La Columna de Jose
(*)
Los Tobas de Caiza
víctimas tempranas de la especulación de la tierra
Desde finales del
siglo XVIII, la nación Toba, habitaba el valle de Caiza (Combès, 2014) en el
actual Chaco Tarijeño, representaban para Daniel Campos (1888) al “guerrero por
excelencia del Chaco. Fiero, altivo dominador [es] el león de las selvas del
Gran Chaco”, sin embargo después de las primeras dos décadas de vida
republicana de Bolivia, comenzó su exterminio, los Tobas son empujados de sus
territorios ancestrales en Caiza, por una fuerza compuesta por el ejército
nacional, los colonizadores provenientes de Tarija y los criollos (habitantes
nacidos en el Chaco), para ellos la nación Toba no tiene derechos, en este
punto tampoco debemos olvidar el papel de los religiosos en el resultado final,
la derrota de la nación Toba, la Iglesia Católica pretendía que aquellos
“neófitos” sean recluidos en misiones para que alcancen un cierto grado de
civilización cristiana.
Los tobas son víctimas
tempranas de la violación al mandato de la Ley de 27 de diciembre de 1826, que
por lo menos en la teoría, garantizaba a ellos (que también son indígenas) el
derecho de poseer su tierra “El indijena que quiera adquirir en perpetuidad los
terrenos que hoy ocupa, ú otros baldios, podrá pedirlos por escrito ante el
gobernador de su provincia” (Art. 5, ley de 27 de diciembre de 1826), pero el
proceso de colonización del Chaco, convierte a los tobas en los protagonistas de
una verdadera guerra de resistencia contra una fuerza de ocupación, que al
final conseguirá completar su misión, establecida con una década de
anticipación a la ocupación física del territorio de Caiza, la Ley de 30 de
octubre de 1833, garantizó que será el Gobierno de la República, la instancia
que “tomará las medidas necesarias” para proteger las propiedades de los
colonizadores que comienzan a ser concedidas omitiendo el procedimiento
determinado en diciembre de 1826, esto significó que todo territorio baldío
distribuido por el Gobierno a los colonos, será protegido de “las incursiones de los bárbaros
colindantes”, esa protección será realizada por los militares que acompañan la
colonización del Chaco. “A finales del siglo XIX, se vuelven los mayores
enemigos de los criollos en el Chaco”, así lo describe Isabelle Combès (2014),
pero los tobas serán derrotados militarmente a pesar de sus últimos intentos a
comienzos del siglo XX de resistencia y rebelión (Nordenskiöld, 1912), para
entonces se alejarán hacía el sur más allá del paralelo 22. Habían, perdido demasiado
pronto el control de su territorio al abandonar el valle de Caiza entre 1843 y
1845, para nunca más volver. Todo el escenario, tiene una razón de ser y esa
razón es la acumulación del capital mediante la especulación de la tierra.
Fue la necesidad de
obtener más tierra, para la población que habitaba otras latitudes de Bolivia,
la causante de un proceso de ocupación y expulsión de los Tobas de su
territorio ancestral de Caiza, que, para la segunda mitad del siglo XIX,
todavía no era “mercancía” sino que constituía un “valor de uso sin ser valor”
(Marx, Karl. El Capital), en este caso la tierra del territorio colonizado por
la población tarijeña y criolla, no ingresará de inmediato a un proceso de Capitalización
de la Renta, los nuevos dueños de la tierra o terratenientes/hacendados, con el
dominio jurídico sobre la tierra, no buscaban apropiarse de parte de la renta
que generasen los productores que rentaban sus tierras para trabajarlas, a
cambio un canon periódico de dinero que para el terrateniente representa su
renta como un flujo de valor del que se apropia periódicamente (El Capital),
por el contrario inician un proceso de acumulación de la tierra con el supuesto
de ampliar la frontera ganadera, (Corpus Documental, Tomo V, 1988), una
actividad económica que no implicaba mayores inversiones o mejoras para los
nuevos dueños de la tierra, se podría decir que se trataba únicamente dejar
suelto al ganado para que se reproduzca y consumiendo libremente los recursos
de la tierra que hacían de su alimento. La inversión, era mínima – la ley de 30
de octubre de 1833, incluso garantizaba la entrega del ganado y la exención de
pago de impuestos por un período de diez años, que para el caso del Chaco se
prorrogo por varios años - garantizando una buena ganancia para los nuevos
dueños de la tierra. Más aún cuando, el Gobierno proporcionaba la protección
necesaria y dedicaba su tiempo a las tareas de hostigamiento a los tobas.
Mientras tanto el problema del acceso a la tierra, continuaba siendo uno de los
grandes males de Bolivia, como también era un problema en otras partes del
mundo, “mientras los aristócratas de la tierra, y los colonos, los fabricantes,
los comerciantes, los banqueros, los caballeros de la bolsa, los proveedores
del ejército, etc., se enriquecían a manos llenas”, (Marx, El Capital), es así
como la tierra en Bolivia continuó estando en manos de pocos, situación que
luego de la Revolución Nacional de 1952, la Ley de Reforma Agraria, tratará de
poner fin.
Todo esto produce
la especulación de la tierra, de la cual serán víctimas los tobas. No debemos
olvidar, que la plusvalía también se genera por la especulación de la tierra.
Simples expectativas, valores de adquisición mínimos, incremento de la densidad
poblacional, el acaparamiento de la tierra o en general, incremento de la
demanda, pueden aumentar varias veces y sin ningún esfuerzo del propietario, el
valor de la tierra. Más de un siglo después del éxodo de los tobas, más allá de
las fronteras bolivianas, vemos como la inversión pública en infraestructura y
servicios eleva el precio de los terrenos y genera beneficios ilegítimos para
unos pocos aumentando la desigualdad. Utilizando el acaparamiento y
especulación de tierras igual que sucediera en el siglo XIX, para aumentar su
valor, “decisiones municipales tan simples como cambiar la clasificación del
suelo de rural a urbano puede aumentar el valor de la tierra varias veces, sin
que su propietario haya invertido absolutamente nada” (Correa, 2016), en el
siglo XIX, la coexistencia pacífica entre Tobas y criollos, fue imposible por
esa necesidad de una clase dominante que asumió el papel de hacendados dueños
de la tierra.
Sí bien es cierto,
que, con el paso de los años a los indígenas moradores del Chaco, que tenían
terrenos cultivados y casas, se les reconoció ciertos derechos sobre sus
tierras por Resolución Suprema de 16 de marzo de 1864, pero el 9 de septiembre
de 1869 el gobierno de Melgarejo redujo estos derechos a un solo lote (Claros,
2016), el escenario conflictivo por la posesión de la tierra en el Chaco, se
prolongará en el tiempo más allá de la firma del Tratados de Paz de 14 de
septiembre de 1884, que debió poner fin al período de las Guerras Tobas, sin
éxito.
En el Chaco
Tarijeño para 1889 vuelven los asaltos por parte de los tobas, pero los tobas,
“indios feroces, alevosos y traidores”, no tomaron parte en el alzamiento
general de 1892, esta no participación habría sido decisiva para que los
alzados sean derrotados en Kuruyuki; los años venideros hasta avanzada la
primera década del siglo XX los Tobas continúan peleando contra el avance de la
colonización. Se destaca, en particular, el jefe Taycoliqui, quien habría según
Erland Nordenskiöld en un trabajo publicado en 1912: “intentado tramar una
rebelión indígena generalizada contra los blancos” en 1909, manteniendo
contactos para ello con otras tribus de la región del Chaco. De tal forma
podemos concluir que los Tobas habitaron la zona de Caiza y otras próximas, que
sus constantes correrías y ataques a los colonizadores criollos de la región,
dieron como resultado su total exterminio y expulsión de la región que se
concretiza hasta mediados del siglo XX de tal forma que hoy no habitan Tobas
originarios en Caiza cumpliendo así con una de las cláusulas del Tratado de Paz
de 1884, que determinaba que sí los Tobas continuaban con su actitud belicosa
contra los criollos, serían “exterminados”, pero esa necesidad de buscar su
exterminio partió de un negocio temprano de la especulación de la tierra, por
quienes buscaron la colonización de la región, argumentando el derecho a poblar
supuestos territorios baldíos.
(*) José Luis
Claros López, es Director de la Fundación Nemboati, Comunicador Social y
Escritor.
Indios Tobas de Fortin Murillo Septiembre 1903. Fotografía de Jean-Baptiste Vaudry
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