jueves, 7 de febrero de 2019

Los Tobas de Caiza víctimas tempranas de la especulación de la tierra

La Columna de Jose (*)
Los Tobas de Caiza víctimas tempranas de la especulación de la tierra
Desde finales del siglo XVIII, la nación Toba, habitaba el valle de Caiza (Combès, 2014) en el actual Chaco Tarijeño, representaban para Daniel Campos (1888) al “guerrero por excelencia del Chaco. Fiero, altivo dominador [es] el león de las selvas del Gran Chaco”, sin embargo después de las primeras dos décadas de vida republicana de Bolivia, comenzó su exterminio, los Tobas son empujados de sus territorios ancestrales en Caiza, por una fuerza compuesta por el ejército nacional, los colonizadores provenientes de Tarija y los criollos (habitantes nacidos en el Chaco), para ellos la nación Toba no tiene derechos, en este punto tampoco debemos olvidar el papel de los religiosos en el resultado final, la derrota de la nación Toba, la Iglesia Católica pretendía que aquellos “neófitos” sean recluidos en misiones para que alcancen un cierto grado de civilización cristiana. 
Los tobas son víctimas tempranas de la violación al mandato de la Ley de 27 de diciembre de 1826, que por lo menos en la teoría, garantizaba a ellos (que también son indígenas) el derecho de poseer su tierra “El indijena que quiera adquirir en perpetuidad los terrenos que hoy ocupa, ú otros baldios, podrá pedirlos por escrito ante el gobernador de su provincia” (Art. 5, ley de 27 de diciembre de 1826), pero el proceso de colonización del Chaco, convierte a los tobas en los protagonistas de una verdadera guerra de resistencia contra una fuerza de ocupación, que al final conseguirá completar su misión, establecida con una década de anticipación a la ocupación física del territorio de Caiza, la Ley de 30 de octubre de 1833, garantizó que será el Gobierno de la República, la instancia que “tomará las medidas necesarias” para proteger las propiedades de los colonizadores que comienzan a ser concedidas omitiendo el procedimiento determinado en diciembre de 1826, esto significó que todo territorio baldío distribuido por el Gobierno a los colonos, será protegido de  “las incursiones de los bárbaros colindantes”, esa protección será realizada por los militares que acompañan la colonización del Chaco. “A finales del siglo XIX, se vuelven los mayores enemigos de los criollos en el Chaco”, así lo describe Isabelle Combès (2014), pero los tobas serán derrotados militarmente a pesar de sus últimos intentos a comienzos del siglo XX de resistencia y rebelión (Nordenskiöld, 1912), para entonces se alejarán hacía el sur más allá del paralelo 22. Habían, perdido demasiado pronto el control de su territorio al abandonar el valle de Caiza entre 1843 y 1845, para nunca más volver. Todo el escenario, tiene una razón de ser y esa razón es la acumulación del capital mediante la especulación de la tierra.
Fue la necesidad de obtener más tierra, para la población que habitaba otras latitudes de Bolivia, la causante de un proceso de ocupación y expulsión de los Tobas de su territorio ancestral de Caiza, que, para la segunda mitad del siglo XIX, todavía no era “mercancía” sino que constituía un “valor de uso sin ser valor” (Marx, Karl. El Capital), en este caso la tierra del territorio colonizado por la población tarijeña y criolla, no ingresará de inmediato a un proceso de Capitalización de la Renta, los nuevos dueños de la tierra o terratenientes/hacendados, con el dominio jurídico sobre la tierra, no buscaban apropiarse de parte de la renta que generasen los productores que rentaban sus tierras para trabajarlas, a cambio un canon periódico de dinero que para el terrateniente representa su renta como un flujo de valor del que se apropia periódicamente (El Capital), por el contrario inician un proceso de acumulación de la tierra con el supuesto de ampliar la frontera ganadera, (Corpus Documental, Tomo V, 1988), una actividad económica que no implicaba mayores inversiones o mejoras para los nuevos dueños de la tierra, se podría decir que se trataba únicamente dejar suelto al ganado para que se reproduzca y consumiendo libremente los recursos de la tierra que hacían de su alimento. La inversión, era mínima – la ley de 30 de octubre de 1833, incluso garantizaba la entrega del ganado y la exención de pago de impuestos por un período de diez años, que para el caso del Chaco se prorrogo por varios años - garantizando una buena ganancia para los nuevos dueños de la tierra. Más aún cuando, el Gobierno proporcionaba la protección necesaria y dedicaba su tiempo a las tareas de hostigamiento a los tobas. Mientras tanto el problema del acceso a la tierra, continuaba siendo uno de los grandes males de Bolivia, como también era un problema en otras partes del mundo, “mientras los aristócratas de la tierra, y los colonos, los fabricantes, los comerciantes, los banqueros, los caballeros de la bolsa, los proveedores del ejército, etc., se enriquecían a manos llenas”, (Marx, El Capital), es así como la tierra en Bolivia continuó estando en manos de pocos, situación que luego de la Revolución Nacional de 1952, la Ley de Reforma Agraria, tratará de poner fin.
Todo esto produce la especulación de la tierra, de la cual serán víctimas los tobas. No debemos olvidar, que la plusvalía también se genera por la especulación de la tierra. Simples expectativas, valores de adquisición mínimos, incremento de la densidad poblacional, el acaparamiento de la tierra o en general, incremento de la demanda, pueden aumentar varias veces y sin ningún esfuerzo del propietario, el valor de la tierra. Más de un siglo después del éxodo de los tobas, más allá de las fronteras bolivianas, vemos como la inversión pública en infraestructura y servicios eleva el precio de los terrenos y genera beneficios ilegítimos para unos pocos aumentando la desigualdad. Utilizando el acaparamiento y especulación de tierras igual que sucediera en el siglo XIX, para aumentar su valor, “decisiones municipales tan simples como cambiar la clasificación del suelo de rural a urbano puede aumentar el valor de la tierra varias veces, sin que su propietario haya invertido absolutamente nada” (Correa, 2016), en el siglo XIX, la coexistencia pacífica entre Tobas y criollos, fue imposible por esa necesidad de una clase dominante que asumió el papel de hacendados dueños de la tierra.
Sí bien es cierto, que, con el paso de los años a los indígenas moradores del Chaco, que tenían terrenos cultivados y casas, se les reconoció ciertos derechos sobre sus tierras por Resolución Suprema de 16 de marzo de 1864, pero el 9 de septiembre de 1869 el gobierno de Melgarejo redujo estos derechos a un solo lote (Claros, 2016), el escenario conflictivo por la posesión de la tierra en el Chaco, se prolongará en el tiempo más allá de la firma del Tratados de Paz de 14 de septiembre de 1884, que debió poner fin al período de las Guerras Tobas, sin éxito.
En el Chaco Tarijeño para 1889 vuelven los asaltos por parte de los tobas, pero los tobas, “indios feroces, alevosos y traidores”, no tomaron parte en el alzamiento general de 1892, esta no participación habría sido decisiva para que los alzados sean derrotados en Kuruyuki; los años venideros hasta avanzada la primera década del siglo XX los Tobas continúan peleando contra el avance de la colonización. Se destaca, en particular, el jefe Taycoliqui, quien habría según Erland Nordenskiöld en un trabajo publicado en 1912: “intentado tramar una rebelión indígena generalizada contra los blancos” en 1909, manteniendo contactos para ello con otras tribus de la región del Chaco. De tal forma podemos concluir que los Tobas habitaron la zona de Caiza y otras próximas, que sus constantes correrías y ataques a los colonizadores criollos de la región, dieron como resultado su total exterminio y expulsión de la región que se concretiza hasta mediados del siglo XX de tal forma que hoy no habitan Tobas originarios en Caiza cumpliendo así con una de las cláusulas del Tratado de Paz de 1884, que determinaba que sí los Tobas continuaban con su actitud belicosa contra los criollos, serían “exterminados”, pero esa necesidad de buscar su exterminio partió de un negocio temprano de la especulación de la tierra, por quienes buscaron la colonización de la región, argumentando el derecho a poblar supuestos territorios baldíos.
(*) José Luis Claros López, es Director de la Fundación Nemboati, Comunicador Social y Escritor.


Indios Tobas de Fortin Murillo Septiembre 1903. Fotografía de Jean-Baptiste Vaudry 

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