El Dictador
Cuento Corto Autor José Luis Claros López
El Dictador vivía cómodamente en el palacio Quemado, era en el tiempo cuando las órdenes eran cumplidas porque debían ser cumplidas. La radio en el piso continúa encendida. Los oficiales de la policía nacional proceden a revisar la habitación, en un rincón hay un libro y dentro del libro una hoja de cuaderno arrancada rápidamente y en la hoja de cuaderno esta la lista escrita con un lápiz de color rojo.
Lo insultarán y le golpearán como nunca en su vida lo habían golpeado hasta casi matarlo, luego lo arrojaran en un pabellón con otros presos comunes. El pabellón fue construido en la década del 50 tiene un aspecto deprimente.
Cuarenta y ocho horas después la policía nacional no ha encontrado la lista y continúan golpeándole. Fernando Aragón entonces comprende que nada en este mundo evitara que lo asesinen y se pregunta si con su muerte las cosas encontraran un camino a la solución esperada.
A esa misma hora en algún lugar indeterminado el primer grupo comienza con el plan.
Tres semanas después nada ha cambiado en el País, todo sigue igual en el pabellón y la pequeña Juana continua caminando 15 kilómetros para llegar a su escuela y enterarse que el profesor ya no vendrá porque a nadie le importa que los campesinos aprendan a leer y escribir. Fernando Aragón es sentenciado a ser olvidado. El plan ha fracasado. Una tarde de marzo lo llevan a un lugar que no conoce y desaparece.
Juana trabaja de profesora en la misma escuela donde a ella no le dejaron aprender a leer y escribir. Un día se entera que el Dictador esta en la cárcel y piensa por un momento que puede ser posible que confiese donde se encuentran los restos del profesor que desapareció un día sin dejar sobre la tierra otra prueba de su existencia que una radio encendida en una habitación donde nada estaba en donde debería estar.
Pero el Dictador a perdido la memoria no se acuerda de nada y Fernando Aragón continuara desaparecido.
Juana sigue su vida se casa tiene 3 hijos es feliz y vive en un país democrático pero un día la historia se repite. En la madrugada un grupo de agentes de la policía nacional destruyen la puerta de su casa, los perros ladran hasta el cansancio, sus hijos lloran y son golpeados, rompen todo lo que se puede y no se puede romper y se llevan a su esposo porque dicen que han dicho que él habla mal para el gobierno.
Pero el Dictador que una vez dijo no recordar nada, ahora mira las noticias en una celda y una sonrisa cruel se dibuja en sus labios al pensar que la historia siempre se repite.
Juana tiene miedo recuerda que a su profesor se lo llevaron y desapareció, tiene miedo que su esposo un día desaparezca, pero a nadie más le importa.
Sale a la calle y protesta, escribe letreros con su sangre exigiendo que liberen la verdad. La radio continúa encendida y habla del Presidente que juega al futbol en una cancha de césped sintético en algún lugar del Norte de Potosí. Una tarde Juana se muere de esperar justicia porque también uno se puede morir esperando justicia y Fernando Aragón continúa desaparecido igual que Marcelo, igual que tantos otros.
El pabellón construido en la década del 50 continúa en el mismo lugar, el Dictador continúa muriendo en una celda y mirando por una transmición en internet al Presidente que juega al fútbol en otro lugar.
El carcelero una tarde es testigo de la muerte del Dictador pero sabé que no será despedido y mientras el personal médico saca el cuerpo para llevarlo a la morgue, dice en voz alta una profesía: "Llegará pronto el día que otro Dictador ocupe esta celda".
encontre este comentario en otro blog sobre este cuento:
ResponderEliminarDe http://revistalamalapalabra.blogspot.com/2009/07/para-recordar-1980.html
A José Luis:
Gracias mil, como anillo al dedo, como llajua al chairo tu cuento corto de largas verdades. Un fuerte y recio abrazo hasta el sur. Nos dimos una vueltita por tu blog y es un nuevo/grato descubrimiento. Te agregamos en la nueva casita de LMP que estamos preparando para agosto. Felicidades y siempre bienvenido a esta tu segunda casa.