sábado, 1 de agosto de 2009

Vida Poesia (Cuento) Autor José Luis Claros López

Vida Poesía
Cuento escrito Por José Luis Claros López


No es necesario decir que esta historia comenzó en la Plazuela Sucre de Tarija pasado el medio día de un miércoles veinticuatro de diciembre del año dos mil tres, tampoco es necesario describir por ejemplo, como ella empezó a dejarse seducir por el secreto perfume con fragancia a flores de jazmín que la piel de Ana Carolina respiraba por todos sus poros, evocando sentimientos y emociones.
— Porque estaba condenado. — Luego guarda silencio por un momento después continúa — A morir al final de esta historia. Entonces solamente se dejo caer, cuerpo destrozado por el impacto de los siete pisos, reposando en un charco formado por ese líquido rojo que sin lugar a dudas es su sangre y comenzó a ser rodeado por un inevitable círculo de curiosos.
— ¿Después que sucede?
Ana Carolina al contestar sonríe: “Nada, se trato de una pesadilla y simplemente despertó” al tiempo que continua tejiendo los hilos de colores formando una red como una telaraña mientras explicaba: “En cada tiempo de la vida hay muchas fuerzas, algunas buenas y otras malas. Si vos escuchas a las fuerzas buenas, ellas sabrán guiarte en la dirección correcta, pero si haces lo contrario ellas te lastimaran y comenzaran a dirigirte en la dirección equivocada” Ana Carolina continua sentada en el suelo de la Plazuela sobre una manta roja con detalles bordados de variados colores recuerdo de su paso por ese pueblo chiquito próximo a la orilla peruana del lago sagrado.
Esperanza simplemente escuchaba como las palabras salen de la boca de Ana Carolina con la seguridad de alguien que ha logrado encontrar paz interior “estas diferentes direcciones – refiriéndose a los hilos que con sus manos trenzaba – pueden ayudar o interferir con la armonía de la naturaleza y con su enseñanza” sus manos entretejían desde afuera hacia dentro, sobre una manta amarilla en perfecto orden se encontraban diferentes objetos artesanales y se podía sentir que muchos de ellos poseían una gran carga de energía.
Ella después por un breve momento deposito el tejido sobre la manta amarilla mientras buscaba algo en el interior de su mochila, extrayendo inmediatamente algunas plumas que luego también se unirán al tejido. Terminado el trabajo lo entrega a las manos de Esperanza diciéndole “ves la telaraña, ves el circulo perfecto, pero debes ver también que en el centro existe un agujero, quiero que comprendas que durante las noches mientras vos duermas la telaraña de la vida atrapara las buenas ideas en las plumas que atrapa los sueños buenos y los malos sueños se irán por el agujero sin embargo de perderse alguna vez las plumas inevitablemente el proceso se invertirá y mientras los sueños buenos se irán por ese agujero transformando a los malos en terrible realidad” el calor de las dos de la tarde la obligo a decir que deseaba descansar Esperanza le dice con curiosidad que quisiera seguir escuchando esas historias, entonces Ana Carolina la invito a que la acompañe a su cuarto, estaba viviendo por la calle Colon a media cuadra de la esquina con la calle Avaroa en una casa de paredes color piedra con una pequeña puerta de madera.
Cuando llegaron Ana Carolina no utilizo una llave para abrir la puerta simplemente la empujo y esta se abrió pasaron por un pasillo corto y flanqueando a los costados la puerta de entrada a la casa del dueño a la izquierda y las primeras piezas de alquiler a la derecha, por fuera la casa paresia pequeña pero adentro habían varios cuartos de alquiler y un patio de considerables dimensiones con algunos árboles de limón, cruzando todo el patio en el fondo se encontraba la habitación que Ana Carolina alquilaba, antes de entrar Esperanza observo un pequeño jardín donde solamente habían flores de jazmín. Ella observo después que la habitación estaba casi vacía solo una bolsa de dormir que se usa cuando se va para el campo tirada sobre unas colchas en el piso formando una especie de cama, un calentador de agua eléctrico, una pequeña caja de madera barnizada con algunos libros encima y un tacita de vidrio con una vela blanca en su interior esas parecían ser las únicas pertenencias de aquella mujer que prendía la vela después un olor parecido al incienso inundo la habitación conforme la cera blanca comenzaba a derretirse al interior del pequeño vaso de cristal.
Le dice como explicación que prender esa vela también sirve para que los zancudos se alejen y no molesten tanto
Las dos observan en silencio como la delgada columna de humo aromatizante se eleva por encima del fuego de la vela encendida.
Ana Carolina recuerda por un instante la tarde tres años antes cuando al igual que casi todos los asistentes que participaban de la charla de “Antropología y Ética” agradeció desde el fondo de su alma aquel mensaje que Edgar Morin transmitía al auditorio usando en su forma de hablar una mezcla de francés, italiano y español para expresarse mejor de tal forma que todos los presentes pudieran entender. Decidió contarle sobre aquella experiencia mientras se servían un mate con cáscara de naranja seca.
Comenzó por explicarle que en aquella cajita poseía varios recuerdos de un valor sentimental enorme, varios de ellos representan etapas de su vida, hace tres años por ejemplo cuando todavía estudiaba filosofía en La Plata viaje a Buenos Aires para escuchar a Edgar Morin ¿vos escuchaste hablar de él? Esperanza negaba con la cabeza, bueno aquel día grabe toda lo que fue su conferencia, lo queres escuchar.
Ana Carolina al abrir la caja extrajo de ella una reportera negra de bolsillo y un casete guardado desde hacia tres años la marca del fabricante de la grabadora se había borrado, al apretar play el eco de las palabras del filosofo francés que decía en la cinta: “tenemos una vida prosa y una vida poesía. La vida prosa es la de las cosas utilitarias, la vida poesía es la de la exaltación, la del placer, el baile, el fútbol, la comunidad y que sin embargo no pueden estar separados porque una vida de pura razón seria una vida de locura no habría que salir, porque es peligroso, ni subirse a un avión, ni beber alcohol” Ana Carolina se imaginaba en un viaje en búsqueda de los recuerdos de aquel momento en el día exacto de su cumpleaños numero veintitrés rodeada por cuatrocientas personas cómodamente sentadas en ese lujoso salón de convenciones completamente absorbida en descifrar lo que ese hombre decía mientras en la mano izquierda sostenía una reportera, el silencio era sometido por las palabras de Morin que continuaba diciendo: “debemos reconocernos como hijos de la misma tierra y también de salvaguardar las distintas culturas. La única respuesta a la mundialización de la tecnología, del provecho, es otra mundialización; la de la hermandad humana” las dos permanecerán en silencio durante el resto del tiempo que dure la grabación en especial Esperanza que escuchaba con interés comprendiendo las palabras y los conceptos mientras el casete continuaba girando, Ana Carolina recordaba aquel día y esas impresionantes palabras: “la respuesta es el amor; es un mundo cruel este en el cual nos toca vivir, pero tan fuerte como la muerte es el amor” así decía el filosofo mientras ella sintió una esperanza de que el mundo podía cambiar después de aquel mensaje.
Esperanza también lo comprendió.
Al día siguiente Ana Carolina decidió emprender un viaje siempre postergado para alejarse del bullicio de la ciudad, de las obligaciones rutinarias de su vida y que con el paso de las semanas se transformaría en el deseo de recorrer todos los lugares posibles buscando vivir realmente una vida poesía, para después complementarla con su vida prosa para cumplir de esa forma con esa necesidad de complementariedad, entonces enseño a Esperanza otro de sus recuerdos un de esas pipas de fumar tabaco que vendían antes en la zona del puerto de Montevideo se la había regalado un beatniks que regresaba de visitar Isla Negra el más preciado de los santuarios del poeta autor de veinte poemas de amor y una canción desesperada. Después llego a Embarcación fue ahí cuando aprendió a tejer el atrapa sueños, se lo enseño un Mexicano que se llamaba Francisco nacido en un lugar llamado Chilpancingo de los Bravos y que a su vez había aprendido a tejerlo quince años antes en Saskaton Canadá un lugar donde sabían que el atrapa sueños era en realidad había sido concebido en el mundo de los hombres como amuleto por el pueblo siux. De esta forma tres años después de recorrer kilómetros y de conocer a Francisco el viaje de Ana Carolina había terminado al otro lado de la frontera en la ciudad de Tarija.
Esperanza también lo comprendió.
Luego ellas dos se encontraran de nuevo muchas veces en diversos lugares hasta cuando comprendieron y se dejan llevar por una corriente afectiva.
Es de noche en Tarija en la habitación solo están Ana Carolina y Esperanza. Apagaran la luz del cuarto. Un perfume a flores de jazmín inundaba la habitación.
Esperanza experimentaba nerviosa, como esas manos suaves como las suyas y esos labios rojos que luego mordió delicadamente y suspiraba, mientras la sangre de sus cuerpos se calentaba. Simplemente no se podían detener.
Ana Carolina recordara muchos años después casada con un hombre que sabrá hacerla feliz aquel momento cuando comprendido junto a Esperanza que se buscaron sin saberlo desde el día que nacieron esperando pacientemente este encuentro casual sin sometimientos, en una confusión de placer desmedido que durara el tiempo necesario aquel día y durante los próximos días hasta la inevitable partida de Ana Carolina a su ciudad natal porque ya su viaje había terminado ahora sabia que la vida poesía realmente existía.

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